Comentario

Ciberayllu
1° enero, 2008

Tres cuestiones sobre la ciudadanía*

A propósito de los diez años de Ciudadanos reales e imaginarios, de Sinesio López

Gabriel Icochea Rodríguez

 

A propósito del décimo aniversario de la publicación de libro de Sinesio López Jiménez: Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadanía en el Perú.

 

Los logros de Ciudadanos reales e imaginarios abarcan desde su novedad hasta su composición. Pocos textos se hallan tan bien estructurados. Primero una discusión conceptual y una revisión detenida acerca de las diversas doctrinas sobre los derechos (que es lo que define la condición de la ciudadanía) y luego un enfoque fáctico de cómo los derechos se han conquistado en el Perú. El autor es prolijo. Varias de sus anotaciones son historias de la ciudadanía, del mismo modo  como hiciera otro gran sociólogo, Julio Cotler, dos décadas atrás con Clases, Estado y Nación. En realidad, esto demostraría únicamente el carácter histórico de estos conceptos. La ciudadanía y las clases han ido variando en el tiempo.

El presente texto quiere abordar tres aspectos a partir de la noción de ciudadanía.

En primer lugar, la ciudadanía en un contexto globalizado. Precisamente el trabajo de Sinesio López tiene la virtud de plantearlo desde el inicio ya que  el problema no se restringe tan sólo a una condición mundial de homogenización que vivimos hace casi dos décadas, sino que puede ser traducido también como la disputa entre la subsistencia del Estado Nación o entre su crisis o su desaparición tal como piensa Toni Negri.

Pero empecemos diferenciando la globalización de otros fenómenos. Entendemos por globalización el proceso de unificación del mundo a partir de la economía y de las comunicaciones. Es tópico afirmar que el primero en hablar del punto fue Karl Marx en el Manifiesto Comunista, al mencionar la volatilidad de los capitales. Sin embargo, hoy más que nunca el problema tiene vigencia y es importante.

Hace diez años, Sinesio López planteó la interrogante acerca de si existe o no una cultura globalizada. CubiertaLo que reflejaba esa disputa es la tensión entre globalización y resistencia nacional que hemos presenciado en el transcurso de la última década. También nos habla de los diversos efectos posibles de la globalización: dislocaciones con la noción de democracia, con el Estado Nación, con la economía, con el establecimiento de una legislación internacional, etc.

Veamos: ¿la globalización nos llevará a una condición de ciudadanos globalizados? Esto que aparenta ser una fantasía es mucho más cierto de lo que podamos imaginar.

Si las instancias del poder están fuera del campo de elección de los ciudadanos, entonces la misma condición de ciudadanía deja de tener sentido. Si las decisiones que nos atañen se dan fuera del ámbito de nuestras elecciones, entonces ¿Qué sentido tiene la ciudadanía? Para explicarlo de otra forma si una crisis monetaria en un país determinado puede ser provocada por un especulador como Soros ¿qué sentido tiene que en nuestros países elijamos representantes políticos si ellos no serán los que tengan el poder de evitar una crisis económica?

Ahora bien, esto nos remite a otra situación: lo que los politólogos han denominado gobernanza. Se han creado instancias políticas supranacionales que deciden por encima de los Estados Nación. El mejor ejemplo es el Parlamento Europeo y el caso más notable es la constitución que se quiere legitimar desde este organismo. Si la Unión Europea llegara a gestionar un conjunto de leyes básicas para todos estos países, entonces los Estados europeos perderían poder. Es como en el caso del contrato social, los hombres le ceden el poder a una instancia que está por encima de ellos, pero al mismo tiempo, pierden parte de su libertad ellos mismos.

¿De qué forma podemos ser ciudadanos globalizados si, como lo planteara López diez años atrás, siguiendo a David Held, no podemos hacer funcionar la democracia como accountability, es decir, como rendición de cuentas?

El retorno al poder de los ciudadanos en una megaesfera, es una aspiración bastante antigua; refleja el ideal cosmopolita fundado por Immanuel Kant en La paz perpetua.

El problema se agrava mucho más porque la dinámica de los países es desigual. Una muestra en pequeño de lo dicho es la misma comunidad europea: los países que no se incorporan del todo a su gestión es porque carecen de los índices necesarios. Tal es el caso de casi todos los países que integraron antes la órbita soviética. Índices de salud, de educación, de lo que se ha denominado en general calidad de vida.

Una muestra es nuestro propio país: hablar de globalización y de ciudadanos globalizados en un país en el que un alto porcentaje de la población no conoce sus derechos mínimos, parece simplemente irreal. Más aún, hablar de globalización cuando sólo un porcentaje modesto dispone de las ventajas de la globalización no es muy realista porque, en realidad, el proceso no es muy claro. El proceso globalizador y modernizante tiene, tal como lo advirtiera Sinesio López, una serie de sinuosidades, de caminos paralelos. Conviven en una misma ciudad como Lima formas de reciprocidad precarias con las modernas tecnologías.

Sin embargo, tenemos ejemplos que se han dado en los diez últimos años, es decir, casos en los que estas instancias supranacionales han funcionado. Un fiscal español logró el arresto domiciliario en Inglaterra del dictador chileno Augusto Pinochet. Ahora mismo, estamos viendo como un ex gobernante es procesado en nuestro país gracias a una norma internacional de extradición.

Del mismo modo, se hacen guerras preventivas desde o a pesar de instancias internacionales como la ONU. ¿Cuáles son los límites de esta internacionalización? Las instancias supranacionales sirven a intereses muy claros cuando persiguen a unos países por la elaboración de supuestas armas biológicas y dejan que otros posean ojivas nucleares suficientes para terminar con el planeta.

Lo que dejan claro estos dos grupos de ejemplos inversos es que los mismos fundamentos que sirven para legitimar las instancias supranacionales, pueden tener signos inversos. El arresto a Pinochet y la agresión a Irak pueden tener signos inversos.

La solución no es volver a las respuestas exclusivamente nacionalistas como quieren las derechas europeas, lo cual sería como regresar al ideal del Estado Nación de Hobbes; así como el Estado cosmopolita se remonta a Kant.

La solución pasa por una recuperación en primera instancia de los frentes regionales, como en los países del sudeste asiático o como la misma comunidad europea varias veces mencionada en el presente texto, y plantear desde allí condiciones equitativas de diálogo.

Este es el reto: plantear condiciones equitativas de diálogo. Mi objeción contra la hermenéutica es que imagina un espacio en el que se da el diálogo como si los dialogantes partieran del mismo punto y esto nunca es verdad. Siempre existen niveles de poder que a veces no se hallan explícitos. Nosotros, los seres humanos, siempre justificamos un poder y siempre actuamos bajo un poder. La sociedad es una lucha de poderes que se imponen sobre otros poderes que son desplazados. La sociedad es una lucha de saberes que son poderes o que sirven a poderes. Esto lo señaló —para quienes lo han advertido— Michel Foucault varias décadas atrás.

El segundo punto es cómo defender nuestra condición de ciudadanos en relación con los  poderes fácticos, sin duda en los Estados Nación aún sigue siendo válida esta problemática. Los poderes fácticos ejercen antidemocráticamente una influencia  sobre los ciudadanos. Dentro de los denominados poderes fácticos tenemos el caso especial  de los medios de comunicación. La pregunta es si mayor ciudadanía implica mayor control de los poderes fácticos.

Aparentemente el problema es sencillo, pero no es así, como se puede ver en la incompatibilidad entre poderes fácticos y ciudadanía, que se puede percibir como la disputa de dos derechos sociales. De un lado, el derecho de la libertad de empresa (en este caso, de los propietarios de los medios) y que estaría en el ámbito estricto del fuero privado; y, de otro lado, la libertad de opinar de los ciudadanos y de difundir nuestro punto de vista que en la práctica es un derecho que se restringe exclusivamente  a una élite con poder sobre los medios.

Una sociedad democrática puede ser entendida de varios modos. Uno de éstos es el sugerido por el mismo Sinesio López como una construcción histórica de derechos. Pero además caben otras percepciones de la democracia; políticas en algunos casos, como la división de poderes; o individuales como la libertad de credo, producto de las guerras religiosas.

Ahora bien, los poderes fácticos han acumulado un poder impresionante. Así como los especialistas llegan al consenso de que el totalitarismo sólo podría haberse dado en una sociedad moderna, del mismo modo hay formas de control que sólo pueden existir en un sistema social como el nuestro. Los medios de comunicación constituyen un caso especial. Ya conocemos el término «videopoder», empleado por Giovanni Sartori para aludir a este fenómeno. No sólo la lucha política es mediática: la sociedad o el mismo conocimiento de la realidad pasan por el filtro de los medios.

Diariamente nos enteramos de una serie de acontecimientos que no nos constan sino que sólo son creencias que obtenemos a través de los medios de comunicación.

Pero esa intermediación entre la realidad y los espectadores es mucho mayor de lo que han imaginado. Los medios pueden fabricar a un político o destruir a otro. Como país, tenemos experiencia de lo que decimos ahora. Un candidato presidencial fue destruido por los medios en las últimas elecciones. La capacidad manipulatoria de los medios es ilimitada y lo será mientras la sociedad no forme claras instancias de control.

Pero esta iniciativa supondría una dosis de autoritarismo. Si la sociedad civil organizada de alguna forma ejerce cierto control sobre los medios, entonces ¿Desde qué punto lo haría? ¿Cuál es el criterio qué prevalecería? Cualquier criterio sería considerado ideológico.

Un ejemplo que viene al caso es que, hace poco, se discutió en España la existencia de un curso de ciudadanía porque éste cuestionaba algunas convenciones católicas. Honestamente, grandes sectores de la sociedad española discutieron el punto sin ponerse de acuerdo del todo. Millones de personas contra otros millones. Porque el problema de los poderes fácticos no es sólo un problema político sino también un problema moral: no pueden prevalecer unos valores religiosos ni morales sobre otros. Lo que sí requerimos todos es una cultura democrática, que no es necesariamente una cultura individualista; puede ser sobre todo una cultura de la solidaridad, del diálogo y del respeto. Aprender a discutir, aprender a escuchar, aprender a ponernos de acuerdo. Los medios de comunicación no colaboran con esa cultura ¿Por qué deberíamos aceptarlos de forma inevitable? Aquí se presenta un problema semejante al problema anterior: unos derechos se encuentran en disputa con otros. El derecho de los ciudadanos contra el poder de las empresas privadas y, si la democracia se interpreta siempre como el resguardo de la propiedad, entonces debemos repensar la democracia, volver a definirla, porque si la democracia no nos sirve para resolver nuestros problemas, tampoco parece que tenga sentido.

El tercer punto es el gran desafío de los últimos años en el escenario político, es decir, la creación de un sistema de partidos para que exista una democracia en sentido cabal. Los partidos son agrupaciones que hacen las veces de canalizadores de las demandas de la población. ¿Cuáles son los inconvenientes que se presentan para crear un sistema de partidos? ¿Qué es lo que permite la subsistencia de sólo un partido con estabilidad de varias décadas? Mientras los partidos no se conviertan para la población en tamices necesarios, no habrá democracia.

Los mismos partidos políticos podrían tener procedimientos autorreguladores. El hecho de que el APRA haya sido en gran medida una agrupación caudillista refleja la poca tradición democrática de nuestro país. El partido aprista sólo tuvo como interlocutor al ejército en un periodo largo, de 1930 a 1956.

Pero esto nos debe llevar a otras reflexiones como por qué no ha existido un partido de auténtica derecha en un país de intelectuales derechistas, por qué ningún grupo instrumentalizó el legado de García Calderón o Riva Agüero. Más aún, ¿por qué nadie quiere declararse de derecha?

Mi hipótesis es que todo se remite a una mentalidad en la que se mezcla la hipocresía y los viejos hábitos feudales que marcan nuestra historia.

Mientras estas preguntas sean respondidas estamos colaborando con la construcción de la ciudadanía.

Al crear partidos políticos estamos creando instancias que son necesarias para la dinámica democrática. Los partidos también son filtros en los cuales cualquier ciudadano puede hacer carrera, un primer filtro de control y de prueba.

Porque al final las cuestiones planteadas hasta aquí son los retos de la ciudadanía: cómo ser ciudadanos en un mundo globalizado; cómo ser ciudadanos en una sociedad fuertemente manipulada por los poderes fácticos y cómo ser ciudadanos democráticos con instituciones políticas partidarias.

Yo creo que muchas de las claves que requieren estas respuestas están contenidas en la obra de Sinesio López. Los mapas diversos de ciudadanía nos brindan un rostro del Perú que deseamos conocer. Cuáles son nuestros ideales políticos, cuáles son nuestras aspiraciones, qué tipo de democracia deseamos. Por eso, una nueva lectura de este gran trabajo y un homenaje se tornan totalmente propicios.

* * *


* Trabajo originalmente leído en la conferencia «Ciudadanía en el Perú: dificultades, oportunidades, desafíos» (15 de diciembre del 2007), con ocasión de celebrarse el décimo aniversario de la publicación del libro Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadanía en el Perú (IDS, Lima, 1997; 573 pp.), del Dr. Sinesio López Jiménez.

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© 2008, Gabriel Icochea Rodríguez
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Cita bibliográfica sugerida para este documento:

Icochea Rodríguez, Gabriel: «Tres cuestiones sobre la ciudadanía. A propósito del décimo aniversario de la publicación de Ciudadanos reales e imaginarios, de Sinesio López» , en Ciberayllu [en línea]

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