Ensayos

Ciberayllu
10 febrero 2008

La revolución inconclusa de Independencia y Libertad de las Américas y los desafíos globales de hoy*

(Tesis de San Juan)

Edgar Montiel

Introducción

¿Cómo abordar los procesos de independencia no solamente como hitos del pasado sino como movimientos económicos e ideológicos que configuran una filosofía de la historia y ritman la cambiante  geopolítica mundial? Solo así podríamos comprender esa compleja interacción entre componentes productivos, sociales, culturales, territoriales y políticos  que han actuado en este novedoso proceso —nunca antes ocurrido en la historia de la humanidad— que se desarrolló de 1776 a 1824 y que comprendió la Independencia de las nuevas naciones surgidas en América, la Revolución Francesa y las luchas de independencia en Europa Central. Y un siglo después fue la referencia conceptual inevitable para el nuevo ciclo de Independencias que llevaron adelante África y Asia en nombre de la soberanía nacional y de la autodeterminación de los pueblos. Gracias a la caída de las monarquías y las potencias coloniales se creó el nuevo orden mundial fundado sobre la base de los Estados Nacionales independientes.

¿Es posible una lectura de la Independencia desde una visión del presente? Toda lectura tiene la impronta de su época, de su circunstancia, y ésta no es la excepción, no para ‘rectificar’ el pasado sino para entender que son procesos «abiertos» en el tiempo. En latín conmemorar  significa aprender, pues al recordar con método los hechos del pasado se logran enseñanzas para el presente y el futuro. Referirse a la conmemoración de la Independencia significa evaluar lo aprendido en estos 200 años, identificar las promesas incumplidas y las metas que quedaron inconclusas. No sacaremos  ninguna enseñanza si pensamos que son asuntos de un pasado clausurado que no tienen relación alguna con el presente. Un buen ejercicio conmemorativo requiere de una visión que vaya más allá de una narrativa histórica congelada y parcelaria. Se trata de una incursión a las estructuras del pasado para repensarlo con los ojos epistémicos del presente, ver su entramado complejo, pues en ese ejercicio se encontraran  las líneas de continuidad yde ruptura de estos procesos: de las comparaciones surgirán los déficits interpretativos de las sucesivas lecturas de estos hechos, amén de registrar los mitos, silencios y ambigüedades interesadas  que se han vuelto lugares comunes en la historiografía oficiosa de estos 200 años. La misma actitud tendrán quizás  los lectores en el próximo centenario...

 

1. Creación, recreación y experimentación en la historia de las Américas

Toda la historia de las Américas hasta antes de la conquista europea ha estado pautada por una vida material y espiritual endógena, generada por la manera en que estas poblaciones se relacionaban con su propio medio geográfico, logrando 5 mil años antes de la era cristiana entrar en una edad cultural que les permitió formas originarias de organización social, agricultura, saberes medicinales, cosmogonías, técnicas de recolección. Esta intensa vida hecha de experimentación, de saber empírico,  los llevó a construir 3000 años antes de la cristiandad ciudades sagradas bien trazadas como Caral, contemporáneas de las ciudades mesopotámicas, de China y de Egipto. Con esos saberes y técnicas que se fueron acumulando, los reinos Mayas construyeron dos mil años después de Caral sus sofisticados palacios y en el área andina se edificó esa esmerada red de caminos, que sumaron 7 mil kilómetros, conocidas hoy como los Caminos del Inca (Qapac Nam)1.

Con los procesos de Conquista, estos saberes colectivos se confrontaron con los que aportaron los europeos, en todos los campos: técnicas de agricultura, construcción de casas, tratamientos de salud, creación de instituciones, formas de culto religioso, técnicas musicales, recetas gastronómicas,  de modo que se instauró una dialéctica donde coexistieron  tanto prácticas de sincretismo, como de resistencia, de creación, de re-creación (sumando los aportes). A pesar de los intentos de imponer sus modelos y sus normas, la dominación colonial se encontró con la oposición de estructuras sociales y tecnologías endógenas. Por eso, en cuanto al cumplimiento de leyes, la Autoridad local decía, «esta Real Orden se acata pero no se cumple». Igual se decía en otros ámbitos.

Estas dinámicas han marcado la vida material y espiritual de los pueblos americanos, una manera de acercarse a la realidad, cercana a la experimentación, que ha dejado su impronta en el campo político cuando se trató de luchar por la Libertad individual y la Independencia de las naciones y cuando se comenzó a construir la nueva institucionalidad republicana. Por eso, la primera idea que desearía desarrollar es la de experimentalismo americano, que nos permitiría comprender el proceso de construcción de los Estados-Nación tras la Independencia. Para poder percibir su importancia en la estructuración de las realidades sociales que surgieron y surgen en nuestro continente, es necesario tomar en cuenta este concepto.

La noción de experimento —como sabemos— está relacionada con el surgimiento de la ciencia moderna. La observación, la manipulación de los fenómenos, la utilización de instrumentos e incluso el recurso de experimentos sociales, forman parte de la experimentación en Occidente. Un rasgo característico en este proceso de creación científica fue la preeminencia de la teoría sobre la experimentación. El uso de la experimentación en los procedimientos científicos tenía legitimidad  —al menos para una gran parte de la comunidad de científicos— en tanto que ella confirmaba la validez o no de una teoría. La teoría guiaba en algunos casos los procesos de experimentación como es el caso de los experimentos mentales; en otros casos, eran los procesos experimentales que servían de hitos para rectificar o incluso dejar de lado una determinada teoría como ocurre con las ciencias físicas experimentales.  En suma, toda teoría  se presenta como una descripción formal de las estructuras de la realidad, mientras que  el experimento era contemplado como un procedimiento para dar un contenido empírico, verificable,  a una determinada construcción teórica.  Las ciencias sociales no han sido ajenas a esta visión de la ciencia. Esta idea está presente incluso en la base misma de los trabajos de los padres de la sociología occidental, Emile Durkheim y Max Weber.

La preeminencia de la teoría sobre la experimentación es la forma moderna de un antiguo prejuicio: la preeminencia de la teoría sobre la praxis. Presente en todos los pensadores de la Antigüedad y del Medioevo2, algunos autores como Karl Marx han querido romper este prejuicio enunciando a partir de una teoría, la onceava tesis sobre L. Feuerbach, la preeminencia de la acción, con lo que Marx adhiere, sin saberlo, a la antigua escuela materialista china.

A diferencia de los preceptos europeos en torno de lo político y lo social, el experimentalismo americano surge de lo concreto, nace de la vida, la naturaleza y la historia, siendo muchas veces una práctica social sin discurso. No es una prédica nacida de alguna escuela, sino una manera de sentir el mundo, una manera de organizar las instituciones políticas y sociales que se arraiga en la realidad. No es la teoría la que dirige la práctica. ¿Es obligatorio epistemológicamente que toda práctica se inscriba en una teoría?  Por esto es que con frecuencia a los observadores de otras partes del mundo les resulta difícil clasificar, según sus propias categorías, las experiencias políticas o sociales latinoamericanas.

Quizás la primera confrontación entre el experimentalismo y el teoricismo se produjo en el célebre debate de Valladolid que opuso dos formas de humanismo: el humanismo renacentista representado por Juan Ginés de Sepúlveda y el humanismo nuevo del dominico Bartolomé de las Casas. Frente a un humanismo que centra su mayor interés en la cultura y el saber como fuentes de transformación del Hombre (mediante el estudio de los textos y las lenguas clásicas), se puede decir que el humanismo americano avala lo esencial de esta actitud. Pero el humanismo lascasiano es un humanismo encarnado en la realidad, se fundamenta en buena parte en el conocimiento de las prácticas sociales y culturales, las formas de vida concreta del hombre americano. Durante el debate acerca de la humanidad de los indios (1550), Las Casas enfrentará al famoso humanista Ginés de Sepúlveda, el cual se apoyaba en la autoridad de Aristóteles para afirmar la desigualdad de los indios. Mientras que Sepúlveda aplicaba la tesis aristotélica de que el ordenamiento social reflejaba lo que es prescrito por la naturaleza, ordenamiento que justificaba la existencia de seres serviles por naturaleza —los hombres americanos—, Las Casas presentaba como argumento  el alto nivel alcanzado por el hombre americano en aspectos de cultura y de civilización (alcanzando estándares comparables a los de las altas civilizaciones), lo que demostraba fuera de todo apriorismo su condición humana y por tanto su condición de hombre libre.

Es importante notar que la visión holística y pragmática de Las Casas, orientada más a rescatar lo esencial del humanismo que a la creación de un discurso de prestigio3, le permitirá fundar un verdadero universalismo, una experiencia de lo humano que siendo americana puede ser extensible a otras regiones del mundo. Por esta razón, no detiene su defensa de la dignidad humana en el hombre americano sino también realiza una vigorosa lucha por el reconocimiento de la humanidad del africano, del Hombre en su condición histórica, lo que constituye un legado plenamente vigente en la hora de los movimientos por la Libertad y la Independencia. Estos ideales de antigua data en la historia de la humanidad fueron asumidos en América como una demanda muy práctica: libertad para los vasallos de la Corona y los esclavos, e independencia para las naciones colonizadas.

 

2. El Movimiento por la Independencia y la Libertad en las Américas y Europa (1776-1824)

La visión fragmentada que predomina sobre este período revolucionario tanto del lado europeo como del americano, llevado al extremo por las historias nacionales, condujo a opacar y hacer casi imperceptible el alcance mundial, geopolítico, de este poderoso movimiento. Dos fueron las ambiciones que motivaron la rebeldía en ambos lados del Atlántico: Libertad e Independencia. Libertad  para los individuos, a fin de que dejaran de ser vasallos de un Señor, el monarca o sus representantes. La Independencia, en cambio, poseía un carácter colectivo, pues son los pueblos que se liberan para construirse como naciones soberanas. No obstante, el vínculo entre Libertad e Independencia fue indisociable en los procesos revolucionarios americanos, pues en un mismo movimiento se buscada satisfacer tanto demandas individuales como colectivas. Así lo reconoce claramente la Declaración de Independencia de las 13 colonias unidas de América: «That these united Colonies are, and of right ought to be Free and Independent» (1776).

En términos semejantes se habían manifestando ya otros movimientos y líderes intelectuales tanto en América del Norte como en el Sur, y en  Europa fue la levadura de la Revolución Francesa. En el caso de Suramérica, en ese año de 1776, Túpac Amaru se niega a enviar la «cuota de mitayos» de su cacicazgo destinados a trabajar con salarios de muerte en las minas de Potosí, lo que fue considerado un grave acto de rebeldía. Con esta decisión inicia los preparativos de su rebelión, que estalla en 1780, adoptando como una de sus primeras medidas la abolición de las mitas (es decir el trabajo no remunerado) y la libertad de los esclavos.

La estrategia discursiva de los independentistas americanos incluía promesas de una liberación de la fuerza de trabajo servil en aras de un estatuto ciudadano que diera la igualdad a blancos ricos y pobres, indígenas y negros. Estos ideales tuvieron una gran resonancia en Europa donde la lucha se planteaba en términos de un cambio de régimen: la caída de la monarquía liberaba al Hombre de su condición de súbdito y le permitía acceder, gracias a su trabajo y sus méritos, a la igualdad de oportunidades. La ecuación buscada era libertad con igualdad. Era la agenda de la revolución que se gestaba en Francia.

La difusión de estos ideales en Europa, sea en la literatura de savants como en la praxis, avanzó por los caminos de la prudencia. En l’Encyclopédie de Diderot, de tanta influencia entonces, el término Independencia no tiene una significación propiamente política. Existen varías referencias vinculadas a la noción de dependencia de un infante de sus padres, o a la falta de autonomía de una persona minusválida, o a la clásica dependencia de un súbdito frente a su Señor. Sin embargo, se podría decir que la noción de dependencia/independencia política y social estaba ya en el espíritu de la época. Por ejemplo, una de las primeras críticas directas a la administración monárquica, la encontramos en la edición de 1781 de la Historia filosófica y moral de las dos Indias, del Abate Raynal, cuya revisión y ampliación se beneficio de la prosa rebelde de Diderot. Allí los filósofos se valieron de una estratagema para criticar de manera abierta a la administración absolutista, que se resume en: «la administración es corrupta y cruel pero el Rey es impecable». Esta edición le valió  a Raynal un discreto exilio en Holanda y a Diderot pasar a la clandestinidad.

En «El viento de América, 1778 - 1782», 2do. volumen de la documentada serie Les hommes de la liberté, compuesta de 5 tomos y especializada en siglo XVIII, el historiador Claude Manceron resume el panorama entre Europa y las Américas de este modo: «el gran affaire es la guerra en América. Francia fracasa en su intento de invadir Inglaterra, pero sus grandes navíos van a ayudar a la victoria de Washington, de La Fayette y de Rochambeau. La fuerza del viento de América levanta una tormenta sobre las rígidas estructuras de Francia, donde Necker es renunciado y Raynal exilado por el hombre que sube al poder, Vergennes. ¿Qué importa? Maria Antonieta comienza a ‘inclinarse’ hacia el conde de Fersen  (oficial en América), y da a luz al Delfín del reino, pero los parisinos parecen estar más interesados en la canasta de Mesmer. Pero las terribles maldiciones de Diderot se hacen eco de la debelación sangrienta de la gran revuelta en el Perú conducida por Túpac Amaru» (Robert Laffon editor, París 1974).

Donde la ecuación Libertad e Independencia fue casi perfecta fue en Haití. Desde 1790 se luchó tanto por la abolición de la trata como por la independencia del país. Era la colonia francesa más rica, pero La Convención no pudo concederles la libertad y la igualdad, que sí otorgó a los hombres de la metrópoli. Sólo en 1804, luego de una cruenta lucha, obtuvieron la libertad y la independencia. Dos años después Napoleón envió una numerosa expedición de reconquista.

La influencia de la América independiente en la Revolución Francesa es muy conocida. La idea misma de «Independencia» de un país frente a una potencia europea, despertó mucho interés, y la capacidad de creación y experimentación de los americanos en materia social y económica sorprendió a muchos. Si las colonias se independizan, ¿por qué no los súbditos europeos?  Versalles contribuyó con la Independencia Americana, enviando una expedición de 4 mil hombres. El Rey mantuvo por eso una relación privilegiada con los embajadores norteamericanos (Franklin, Jefferson, Morris, etc.),  quienes no solo aconsejaban a la Corona en algunos asuntos de estado, negociaban el canje de deudas (pagar la deuda con trigo), sino que mantenían también una relación cercana con muchos de los emergentes líderes revolucionarios, como Condorcet, Laffayette, Brissot, fervientes seguidores de la revolución americana. Esta complicidad se enfrió en el período del Terror, cuando reinó la guillotina, y se volvió francamente antagónica cuando Napoleón instauró un Imperio.

Queda claro que el poderoso movimiento social por la Libertad y la Independencia constituyó un proceso complejo en extremo, sólo explicable si se toma debidamente en cuenta tres componentes, que a veces son dejados de lado en las lecturas clásicas:

El encuentro excepcional, en términos históricos, de estos tres componentes configuró el ciclo de la Independencia y la Libertad,  que encuentra su punto culminante entre 1776, con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, y 1824, con la Batalla de Ayacucho que con la derrota de España libera a Suramérica. Este período se articula con otros grandes acontecimientos, muy interrelacionados entre si,   como la Revolución Francesa (1789), la Revolución abolicionista e independentista haitiana (1804), la abolición definitiva de la trata negrera en Inglaterra (1806), la ocupación napoleónica de España (1808) que dará lugar a las Cortes de Cádiz y legitima poderes autónomos en Buenos Aires, Santiago de Chile, México, Quito (1810), la Independencia de Venezuela (1812), y la Independencia del Perú (1821).

A semejanza del Nuevo Humanismo representado por Las Casas, con las gestas independentistas se da otra revolución de orden no sólo político-social, sino epistemológico: ¿qué representó sino para la Ciencia Política, para el Derecho Internacional, para la Historia de las naciones el proceso de Independencia de los americanos? Este era un concepto tan de vanguardia que los enciclopedistas no lo incluyeron en las entradas de sus célebres volúmenes.  Si revisamos la acepción correspondiente, podemos encontrar tres o cuatro nociones de independencia: la independencia del hijo frente su padre, del esclavo frente al amo,  pero ninguna se refiere a la dimensión política y colectiva. La formación de estos conceptos se inserta en la singular realidad histórica americana, son procesos socio-históricos. En el camino se forjaron otros conceptos vecinos como separatismo, disolución de obligaciones, absolución de cargas,  después emancipación. Y hasta que se plebiscitó el término independencia. Gracias a este concepto, se generó una revolución en el orden colonial instaurado por las potencias europeas, de la que se sirvieron luego otros continentes como África, Asia y Europa central. Pero también la idea posible de una sociedad mundial de Hombres libres, con hombres y mujeres tanto de las metrópolis como de las ex-colonias.

Este aporte al avance de la causa de la humanidad se olvida con frecuencia, pues la versión historiográfica predominante insiste en la idea que: «Rousseau fue el autor intelectual de la independencia. Los uniformes de los Libertadores eran napoleónicos». Efectivamente, se leyó mucho a los ilustrados, y los insurgentes utilizaron a veces uniformes y tácticas  que correspondían a los usos militares de esa época,  pero incluso en esto hubo mucha creatividad política y militar.  San Martín constituyó su Ejército del Sur reclutando mapuches, guaraníes, aimaras, negros libertos y cimarrones,  y recurrían tanto a las estrategias de las guerrillas, las montoneras y a la guerra formal4, lo que les permitió entrar en Lima sin disparar un solo tiro5.

En las Cortes de Cádiz se preguntaban, ¿cómo organizar de modo institucional la enorme América hispana, casi cuarenta veces más grande que la península ibérica?, ¿cómo estructurar los nuevos estados? ¿cómo elegir las autoridades? La gente de Miranda decía: "no, para la América del Sur es necesario un Inca". No es que buscaran un Inca del Cuzco,  sino que se crearía la institución de mando supremo llamado Inca, encarnado en dos representantes, uno para  la Capital y otro para que recorra el Continente. Todo esto fue un proceso de creación, experimentación y propuestas. Se discutió también si la división administrativa de las unidades territoriales serían las municipalidades, los condados (siguiendo la tradición inglesa) o las prefecturas (siguiendo la división francesa). Era —claro está— un desafío enorme organizar política y socialmente tan inmenso territorio. Para el sur de Suramérica surgió la propuesta de creación de una Confederación de Provincias del Sur,  luego configurada como República de  Argentina. Visto desde un período largo, el experimentalismo, el hacer su propia experiencia, es una tradición de este Continente. Así como se acuñó en su momento  el concepto de independencia, una hermana de ésta fue después la autodeterminación de los pueblos, y en el siglo XX la Doctrina Estrada  que postula la no injerencia en los asuntos internos de las naciones y de los Estados.    Una contribución al mundo en el plano jurídico-político que hay que valorar debidamente.

Esta tradición de experimentación política  se manifiesta plenamente hasta el presente, desde la Revolución Mexicana —la primera revolución del siglo XX—, el gobierno popular de Jacobo Arbenz en Guatemala, la Revolución Cubana, el Socialismo Democrático de Allende, la Revolución de los militares nacionalistas en Perú, Ecuador y Panamá, hasta la Revolución Sandinista, todos ellos han sido proyectos políticos nacionales que han perfilado sus propios modelos mas allá de las ortodoxias, con lo que mostraban una notable plasticidad para acomodarse con sus realidades. La ciencia política convencional, guiada por una epistemología occidentalo-centrista, tiene dificultades para conceptualizar las experiencias que surgen en la región. No entiende la aparición de proyectos alternativos, la existencia de la alteridad en la política, como si la práctica política no tuviera identidad alguna. El estribillo conocido es "es populista / es heterodoxo/ es sui generis". Hacen esfuerzos para entender por qué el PRI gobernó 70 años en México (más eficaces que el Partido Comunista de la Unión Soviética, sin tratar de hacer juicios de valor), ni tampoco se explican por qué el Peronismo  se mantiene desde los años 40 y gobierna hoy en día. No perciben con claridad el papel de las clases medias y la necesidad de las alianzas en un «bloque de poder». Cuando algo escapa al canon establecido, dicen: "no, eso es un Gobierno autoritario y populista". Un líder del Caribe no tiene por qué actuar igual que un ministro suizo. Puede ser que se hable alto y fuerte y se ponga camisas floreadas, pero eso no tiene nada de autoritario. A este modo de ser del hombre americano de sur y del norte, se le llamaba  en el ciclo de las revoluciones el Rusticatio americano.

 

3. Un difícil tango de cinco: América anglosajona, América hispana, Inglaterra, España y Francia

Muchas historias nacionales se han esforzado por narrar el proceso de Independencia enfatizando los parámetros locales de la acción y disminuyendo la importancia de los poderes fácticos exteriores, sean de la región (expediciones Libertadoras), el continente (influencia de los Estados Unidos) o internacionales (España, Francia, Inglaterra). Es relevante tener claro el escenario de poder real donde se movieron las fuerzas sociales por la Libertad y la Independencia. Las grandes potencias de la época disponían de ejércitos, poder económico, influencia cultural, hacían alianzas diplomáticas en unos casos y en otros se declaraban la guerra. Sus políticas coloniales eran fuente de poderío, prestigio y dominación. Los períodos de máxima influencia de estas potencias serían grosso modo los siguientes:

  1. España alcanzó su mayor poderío entre 1500 y 1650, cuando dominaba América, Flandes,  Holanda, Nápoles.
  2. El siglo francés fue de 1650 a 1750 cuando prosperaba en Córcega, Haití, Senegal, La Martinica, La Reunión.
  3. El poderío inglés duró siglo y medio, de 1750 a 1900, cuando además de sus colonias en América y la India dominaba en casi todos lo mares y su comercio se expandía raudamente.

En relación a los procesos de liberación de las colonias americanas, el juego estratégico entre estos actores se presenta del siguiente modo:

La incorporación de una visión geopolítica, con frecuencia ausente en la historiografía tradicional, permitiría superar las visiones fragmentarias que se tienen  de las conexiones que existieron entre procesos tan interdependientes, como fueron la Independencia Americana, la Revolución Francesa y nuestros propios procesos, y el papel de las potencias europeas. Entre los cinco hubo muchos cálculos estratégicos y lógicas económicas distintas. El establecimiento de alianzas y antagonismos era muy volátil.

Puesto el escenario, veamos a los protagonistas. La Declaración de Independencia de Estados Unidos, elaborada por un escritor e intelectual como Jefferson, fue una novedad mundial, pues hasta entonces «declararse independiente» no era una categoría jurídica reconocida: ¿qué significa que  una colonia  se declare independiente? El panorama histórico por tanto es éste: estamos en 1780 en el momento en que Washington libra una guerra decisiva contra Inglaterra para hacer efectiva su independencia, mientras que Túpac Amaru está levantado en el Sur, todo el Continente está movilizado. Es necesario profundizar el estudio de los vínculos entre el proceso de Independencia de los Estados Unidos, el  de la América Hispana, y el del Caribe francés8. Cada vez se conocen más archivos sobre este período, como los de Rufus King y del Gobernador Morris, embajadores de Estados Unidos en Londres y París9. Cada uno luchaba contra su propia Metrópoli. Hay pistas valiosas, como la seguida por la historiadora Carmen Bohórquez para el estudio de la «ideología criolla»10de Francisco de Miranda. Él combatió en Pensacola como oficial del ejército español, en apoyo a la causa norteamericana. Luego mantuvo con ellos una relación privilegiada, pues vivió en Filadelfia entre 1783 y 1784, después de abandonar el ejército español. En ese período fragoroso, cuando se gestaban los primeros movimientos de emancipación, las primeras acciones, hay  participación y acuerdos para  que criollos   caribeños y sudamericanos luchen en Estados Unidos. Hay que tener presente esa parte de nuestra historia con los Estados Unidos.

Otro tanto sucedió con la Revolución Francesa.  La Revolución Francesa está estrechamente vinculada  la Revolución Americana.  Diría influenciada por la Revolución Americana, porque siempre se cuenta la historia al revés. Se olvida de modo interesado el cambio de paradigma que significó para los líderes de la Revolución francesa el surgimiento del concepto de «Independencia», «libertad individual», «Constitución ciudadana», «libertad de prensa». «congreso de representantes» puestos en boga en las Américas. Condorcet escribe un libro sobre el modus operandi de la revolución americana y explica a sus ávidos lectores qué es la libertad de imprenta. Hay que tener presente que algunos connotados líderes franceses habían sido oficiales en la expedición que guerreó por la Independencia norteamericana.   Los Diarios de Franklin, quien fue el primer Embajador de los Estados Unidos en Versalles, muestran la difusión de las nuevas ideas libertarias (montó una imprenta en su propia casa). Jefferson, Embajador en la víspera de la Revolución, fue un eficaz agitador de ideas en los Salones de París, donde se presentaba escoltado de una hermosa negra norteamericana, que era su mujer, algo que causó escándalo en la cuna de la «pureza de sangre». En esa misma época desplegaban su activismo Francisco de Miranda, Viscardo y Guzmán, Pablo de Olavide, quienes mantenían  relaciones cercanas con los representantes norteamericanos en París y Londres.

Catorce años transcurren desde el inicio de la Revolución  americana (1776) hasta el inicio  de la Revolución en Francia (1789), y tres años más para el cambio de régimen (1792): la abolición de la monarquía. Al decir Revolución Americana, se entiende un proceso en curso en todo el  continente: los agentes comerciales, las cancillerías, los ejércitos, las armadas,  los hombres ilustrados sabían de los movimientos revolucionarios que se producían en el sur, en particular el de Túpac Amaru. Pero también había agitación en México, en el Río de la Plata, en el Caribe. Los historiadores ingleses, por ejemplo, han estimado que no había día en que no se produjera un conato de resistencia en el Caribe. No había  en toda América un esclavismo resignado como tampoco hubo una pasividad ante la opresión de los pueblos indígenas. Había más bien un estado de efervescencia. Y en los archivos diplomáticos como en los archivos de las antiguas prefecturas de Londres, París, Roma o Cádiz habría que investigar la actividad de las logias y de los comités de conspiradores «españoles-americanos» que actuaban es estos países.

El Acta de París, concebida y suscrita en aquella ciudad en diciembre de 1797,  patrocinada por el General Miranda, contó además con el aval de los comités de activistas e ideólogos de la independencia que estaban en París, Londres,  y el resto de Europa. Entre ellos, se cuentan Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Manuel de Solar, Sucre, Pedro José Caro, Pablo de Olavide, y probablemente Antonio Nariño, el precursor neogranadino. Referente a los apoyos externos propone:

Una alianza defensiva formada por Inglaterra, los Estados Unidos de América y América meridional, se desprende fácilmente de la naturaleza de las cosas, de la situación geográfica de cada uno de los tres países…y del carácter de las tres naciones, por lo que es imposible que esta alianza no sea de larga duración, sobre todo si tenemos cuidado de consolidarla en su forma mediante la analogía política de los tres gobiernos, es decir, por el disfrute de libertad civil sabiamente entendida

Esta Acta fue enviada a los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos, a través de sus embajadores en París, que mantenían una relación fluida con los principales portavoces de los independentistas hispano-americanos.

Nótese que en esta alianza no se incluye a Francia. En 1798 los revolucionarios franceses le proponen al General Miranda ir a derrocar una insurrección negra, germen de la Revolución Haitiana. Él se opone, argumentando: "no voy a ser un agente de la expansión revolucionaria de Francia". Era claro, se había declarado la República, pero no la liberación de las colonias que mantenían. Ellos eran republicanos pero no antiesclavistas o anticolonialistas.  Así comenzaba el expansionismo del proceso revolucionario que acabó instalando  el Imperio Napoleónico y una ofensiva militarista, esclavista y de conquista11. Tanto Inglaterra como Francia estaban muy interesadas en los procesos americanos por intereses económicos y estratégicos. Lástima por Rousseau, pues una de las embarcaciones más conocidas de la trata negrera llevaba el nombre del ilustre pensador en los años de Napoleón.

 

4. Los excluidos de la Independencia y la Libertad: pobres, indios, negros y mujeres

Los primeros beneficiarios de este proceso de liberación (parcial) fueron los sectores emergentes de las burguesías locales y metropolitanas. En el caso de Estados Unidos, es de extremo interés  ver que el desarrollo de las fuerzas productivas fue encarnado, sin ánimo metafórico, por hombres como George Washington, Thomas Jefferson, John Adams, Madison Hamilton, es decir por los hombres más prósperos del país, acaudalados, propietarios de grandes extensiones de tierras, de esclavos, e interesados por la mecanización de la producción. Los agricultores reclamaban que sus granos se vendieran a muchos países y no sólo a Inglaterra, que tenía capacidad para comprar solo una parte. Era claro que la institucionalidad inglesa, con un monopolio comercial estricto, era una traba para el robusto crecimiento de la economía de las colonias americanas.

Era natural por lo tanto que al frente de la Independencia se pusieran entonces las cabezas económicas del país. De esta realidad, se desprende una estrategia política  en todo el proceso de independencia: asociar la Independencia de las colonias a la Libertad de los individuos. Había que romper los sistemas de trabajo serviles propios de las monarquías para crear una fuerza laboral numerosa en las ciudades, especialmente en las zonas industriales del noreste norteamericano: Filadelfia, Nueva York, Boston, donde había un crecimiento sostenido. Era necesario, pues, integrar, con promesas, a los esclavos y a los negros libertos a un proyecto político libertario que implicaba una lucha. En el caso de los pueblos indígenas norteamericanos, que estaban haciendo sus propias sublevaciones para liberarse precisamente de los colonos americanos que se apropiaban de sus tierras,  no solamente no fueron incluidos en los planes de Independencia y Libertad, sino que la  propia  Declaración se refiere negativamente a ellos llamándoles «indios salvajes», acusándoles de estar manipulados por  Inglaterra.

El historiador Charles Beard, en su libro An Economic Interpretation of the Constitution, estudió el trasfondo  económico de las propuestas políticas de  los 55 delegados que se reunieron en Filadelfia  en 1787 para redactar la Constitución, vigente hasta hoy en día. La mayoría de ellos eran abogados, ricos en cuanto a tierras, esclavos, fábricas y comercio marítimo. La mitad había prestado dinero a cambio de intereses, y  cuarenta de los 55 tenían bonos del gobierno. Este estudio muestra que la «mayoría de los redactores de la Constitución tenían interés económico  directo para el establecimiento de un gobierno federal pujante.»

La Revolución Americana necesitaba miles de hombres y mujeres a su servicio, los cuales se consiguieron mediante la leva general de blancos pobres, inmigrantes irlandeses, negros libertos y pardos. Se reclutaron también cocineras, enfermeras y costureras para los cuarteles. Muchísimos jóvenes murieron en estas luchas, que se prolongaron hasta mediados del siglo XIX con la conquista del Oeste y las guerras para «trasladar» a los pueblos indios de sus lugares originales hacia el interior del país. El costo en vidas humanas fue enorme, sobre todo en las poblaciones que eran víctimas de mayor discriminación. En las ciudades floreció un numeroso proletariado industrial, compuesto por hombres y mujeres que trabajan 12 horas al día. La Independencia política se instaló rápidamente, la Libertad individual se incorporó a las leyes pero las oportunidades de progreso no eran equitativas para todos.

Las promesas de abolición de la trata no se cumplieron, a pesar de ser una ley aprobada por Jefferson en 1804. La razón de las contradicciones entre las promesas de libertad y la realidad económica puede ser resumida de la siguiente manera: «el apoyo a la esclavitud estaba basado en un hecho práctico incontestable: en 1790 el Sur producía mil toneladas anuales de algodón; en 1860, la cifra había subido ya a un millón de toneladas. En ese mismo período se paso de 500 mil esclavos a 4 millones»12. Con la política de los  «traslados" forzados, la población indígena fue diezmada, expoliada, alcoholizada, y una masiva ocupación de sus tierras dio lugar a nuevas fortunas del personal político.

Si bien es cierto que la Independencia de los Estados soberanos tanto en el norte como en el sur se consolidó, en materia de libertad integral y de igualdad no se puede asegurar lo mismo. Procesos semejantes ocurrieron con los nuevos Estados de la América Hispana. Los indios de la Pampa argentina, de la Patagonia chilena, de los Andes peruanos, del Chaco paraguayo, de la sierra mexicana, de la Amazonía brasileña, de la selva venezolana, fueron blanco de persecución, expoliación, y desagregación de sus comunidades, instalándose un proceso de colonización interna que no ha concluido en nuestros días. También estos métodos  hemos compartido con la otra América.

Para muchas mujeres, las luchas e ideales independentistas representaron el campo propicio para desplegar las habilidades y destrezas que eran negadas por la estructura social existente. Además se despertó en muchas de ellas los primeros sentimientos por una igualdad entre los géneros. A diferencia del Norte, donde tuvieron una participación anónima, en el sur es conocido el rol protagónico que tuvieron decenas de mujeres en ese primer movimiento emancipador latinoamericano de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru. En primera línea, la esposa del líder de la rebelión, Micaela Bastidas.  Ella exhortó a Túpac Amaru, en una carta reveladora de su aguda visión estratégica,  a tomar el Cuzco, lo que hubiera representado un gran golpe  contra el ejército español.  Seguirán otras heroínas como Tomasa Tito, cacica de Arcos y Acomayo, Micaela Castro, la jefa de batallones indígenas y esposa de Julián Túpac Catara, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, «la Virreina», entre otras.  Todas ellas  tuvieron una cruel muerte por parte del ejército español.

Otras, como la legendaria Manuelita Sáenz Aizpuru, sufrieron la incomprensión de la sociedad de entonces por encarnar todo lo que la sociedad negaba a las mujeres de  su época: independencia frente al dominio masculino, destreza política, inteligencia vivaz.   Promovió las causas independentistas no solo con sus propios recursos personales, sino participó en las acciones de la independencia activamente, contribuyendo financieramente y participando en los campos de batalla como el de Ayacucho, acción por la cual recibió el grado de Coronela del Ejército libertador.

En Norteamérica, la Independencia representó para muchas de ellas el despertar  de la igualdad en los géneros. La situación de las mujeres era de dependencia casi total de su entorno masculino inmediato, además no les estaba permitido tener propiedades, establecer contrato alguno o recibir la misma educación que el hombre,  Esto se refleja en una carta de Abigail Adams, dirigida a su esposo John Adams, quien fue Presidente de la República:

No es posible decir  que yo crea que tú eres muy generoso con las mujeres, pues mientras proclamas la paz y buena fortuna para los hombres, al liberar todas las naciones, sigues insistiendo en que los hombres mantengan un poder absoluto sobre sus esposas [7 de mayo de 1776]13

Estas últimas líneas revelan la flagrante contradicción de los protagonistas de la Independencia: lucharon para liberar a sus naciones de un poder foráneo pero no lo hicieron de igual modo para liberar a sus mujeres, sus esclavos,  sus sirvientes y sus asalariados.

 

Conclusiones: ¿Con qué legado afrontar los desafíos actuales?

La revolución por la Independencia y la Libertad constituye un momento estelar en la mundialización del capitalismo librecambista. Cabría preguntarse ahora cuáles son  los desafíos de la globalización del mercado hoy en día, es decir, cuáles son los retos que tendrán que enfrentar nuestras naciones en estos tiempos del  Bicentenarios. La primera novedad es el surgimiento de nuevos actores de la política mundial, un nuevo orden global que incluye a la China, la India, Rusia, Corea del Sur, Brasil. Un estudio prospectivo del Banco Mundial estima que en el 2020 estos cinco países integrarán el nuevo Grupo de los Diez. En este nuevo esquema, no hay que perder de vista que el crecimiento sostenido   de la China,  de la India o de  Rusia, podrían resultar de interés para la región —nótese el condicional—, si se establece una estrategia nacional y regional común para defender los precios de  nuestras materias primas, tan codiciadas por el mercado global. ¿Qué políticas adoptaremos con nuestros recursos naturales, especialmente el petróleo, el gas y el agua?, ¿cómo vamos a manejarlos para favorecer a nuestras naciones dentro del ámbito del mercado global? Juntos los países de nuestra región, resolviendo los problemas que tienen pendientes entre ellos, pueden alcanzar una autosuficiencia energética regional, que les permita vender sus excedentes a precios competitivos en el mercado global. Aquí hay pues opciones estratégicas a escoger: o un manejo de los minerales y  energéticos que conduzcan a una prosperidad compartida o un manejo como hoy, caracterizado por crear riquezas en el exterior y  pobreza y deterioración ecológica en el interior.

En el escenario de que China cumpla un rol relevante en el orden mundial, ¿cómo serían nuestras relaciones con la China y con los Estados Unidos? Si así fuera, ¿tendríamos entonces un acercamiento distinto con los Estados Unidos? Veamos:  al respecto es ilustrativo el libro "Who are we? de Samuel Huntington14. Un capítulo está dedicado a los «latinos».  Es la percepción de un agudo estudioso de la geopolítica  sobre la primera minoría en los Estados Unidos (donde hay en este momento 35 millones de hispanos). Allí se sugiere que el modelo de vida de los latinos o hispánicos resulta atrayente. ¿Será porque tienen un espíritu gregario,  una gastronomía condimentada, bailan salsa, tango, saben cantar, tienen sentido de la familia, les interesa la cultura y la política, son católicos y receptivos a la interculturalidad, etc.? (perdonen por los estereotipos, pero así nos perciben...) Se produce así una mezcla entre culturas, que incluye un gran número de matrimonios mixtos, que da origen a un fenómeno de mutuas influencias. Y estos 35 millones mueven 10 mil millones de dólares semanales entre viajes, comidas, discos, ropa, estilo de vida, etc. Es por esto que  Samuel Huntington, antiguo Consejero del Departamento de Estado, considera que Estados Unidos es hoy no solamente  angloamericana, sino también hispanoamericana y bilingüe. ¿Eso nos autoriza a pensar que Nuestra América  ya forma parte de los Estados Unidos o que los Estados Unidos ya forma parte de Nuestra América? ¿El Panamericanismo no fue un ideal de los Padres de la Independencia del Sur y del Norte?

Otro desafío crucial es la reducción de la pobreza.  En  un continente marcado por una brecha de desigualdad, la conflictividad social es muy grande. Efecto de ello es una institucionalidad deficiente y volátil.  Tenemos instituciones que no duran mucho tiempo, gobiernos que no concluyen sus mandatos. En varios países, el 40% de la población sobrevive en la franja de la «pobreza extrema». Así no es seguro que lleguemos al 2030, en razón de las conmociones sociales y de violencia que se producirían. En este siglo ha habido ya 4 crisis que han derrocado gobiernos legales.  No apostar por el cambio y la innovación sería una negación al mensaje de libertad, equidad y equidad que nos dejaron pendientes, como metas a alcanzar,  las gestas inconclusas de la Independencia. Tenemos que efectuar cambios estructurales, crecimiento con equidad, redistribución, fomento de la participación social a través de la vida asociativa, movilizar las fuerzas innovadoras y creativas de la sociedad.  Habría que rediseñar el modelo de desarrollo económico, social y cultural.

Un reto de extrema importancia es también la preservación  de la biodiversidad  y el uso adecuado de los recursos acuíferos. Se ha comprobado que no hay suficiente agua en el mundo y que los complejos ecosistemas de nuestro planeta están al borde del colapso. Las guerras futuras van a ser guerras por el agua, y  por la apropiación de la biodiversidad. Nuestra región tiene el 40% de la biodiversidad planetaria: están en el Chaco, la Amazonía, en los pisos ecológicos de los países andinos, en los bosques de Costa Rica, de México. Nuestra región forma parte del exclusivo Grupo de los Doce, que son los doce países con la mayor biodiversidad planetaria.  A pesar de esto, en la región existen graves carencias en la gobernabilidad del medio ambiente, en el manejo adecuado de los recursos hídricos y el desarrollo sostenible. Es necesario, que el Estado asuma un papel más activo en la resolución de conflictos entre los intereses privados y los bienes que por su naturaleza pertenecen al conjunto de la nación. En este mismo momento, en la Amazonía una especie de árbol desaparece cada día debido a la tala indiscriminada, los ríos en los Andes son contaminados por relaves mineros y en las selvas de Costa Rica los campos de cultivo industrial desplazan la flora tradicional existente. Problemas como estos y el recalentamiento de la tierra ciertamente que no estaban en la agenda de la Independencia, pero los indios del norte tenían mucha razón cuando luchaban por el respeto y la preservación de la naturaleza: el agua, el viento, la tierra.  Ya el jefe Sealth le dijo al presidente Pierce: «¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros.»

Quisiera terminar señalando la importancia  del diálogo entre nuestros pueblos, el poder de la interculturalidad. La globalización ha generado una reacción afirmativa de los pueblos en términos culturales, que estimula una lectura cultural —que ha estado ausente muchas veces— de la historia y la política. Hay un reconocimiento a la identidad plural,  abierta a la diversidad y a la afinidad. Una lectura intercultural de la Independencia se hace necesaria. Interculturalidad que estuvo encarnada en algunos de nuestros próceres. El historiador Hugo Chumbita realiza una lectura de este tipo a propósito de la identidad étnico-social real de algunos líderes de la independencia. Su investigación muestra, documentos en mano, que José de San Martín era hijo de una joven guaraní de Yapeyú; Bernardo O’Higgings tenía por madre una distinguida joven de origen tehuelche (la familia Riquelme) y Simón Bolívar, Bernardo Monteagudo, Micaela Bastidas tenían orígenes afro-americanos. Esto  ayudaría a explicar determinadas decisiones de estas personalidades relacionado a los pueblos sometidos de América15. Una expresión de esta lucha por una interculturalidad democrática se encarna hoy en la figura de un Jefe de Estado de origen aymará.

Hay otras señales interculturales alentadoras. La lengua española será hablada por 700 millones hacia el 2020.  Brasil se ha propuesto para ese año ser un país bilingüe: hablar español y portugués, y para eso  preparan a más de 25.000 profesores. Hay pues cambios geopolíticos en la región, con una nueva generación de líderes políticos, llevando adelante procesos innovadores, tratando de consolidar la estabilidad institucional. Se trata de encaminar, en lo posible,  una gestión política visionaria y de largo plazo. Gobernar es saber. Gobernar es prever16.

Ahora que se rompen muchos paradigmas de la Modernidad, que nuevas propuestas epistemológicas se ofrecen en el mercado del conocimiento, que tradiciones ancladas en viejos hegemonismos compiten con saberes y técnicas venidos de otras tradiciones civilizadoras, nuevas visiones surgen en este terreno abonado para el cambio y la innovación. Se rescatan saberes como la sabiduría estratégica  china, la sagesse africana, el Arthasastra Hindú17, que se suman a teorías contemporáneas de la complejidad (Edgar Morin) y el caos (Ilya Prigogine), la moral en la economía (Amartya Sen), entre muchos otros, que nos pueden brindan una ocasión de cotejar nuestras propias tradiciones intelectuales, experimentales y creativas en aras de repensar nuestro papel en el mundo global y revisar nuestros propios procesos regionales y nacionales.  Hoy mismo ante nosotros se llevan adelante en diversos países proyectos que tienen dimensiones  estratégicas, que son proyectos nacionales singulares que difícilmente entran en las categorías sociológicas convencionales y que forman parte de nuestra tradición experimental.  De que en  Chile y Argentina una mujer asuma la Presidencia y en Bolivia un aymará, es también una significativa apertura en tiempos interculturales.

¿Qué aprendizaje hemos hecho de dos siglos?  Ya sabemos que en este proceso inconcluso quedan pendientes demandas a satisfacer en los campos  sociales, políticos, etno-culturales y de género, y que la equidad y la justicia social siguen siendo reclamos mayores de los movimientos populares. También la historia registra que la primera colonia en independizarse ha logrado, en menos de 150 años, convertirse en la primera potencia mundial, lo que es una novedad en la historia de la humanidad. Y recordar siempre que en la geopolítica de los poderes, la Independencia y la Autodeterminación de los pueblos nunca se logran de una vez y para siempre, sino que son una tarea permanente.  Pero no hay que olvidar que en la región estamos hoy en un proceso de cambios, de autodeterminación y de construcción creativa.

 En nuestra América late siempre una alteridad política, económica y cultural, un campo abonado para la innovación y la experimentación basada en su propia realidad, tradición plenamente vigente hoy en día si se observan con atención los diversos procesos políticos que afloran en la región: Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Nicaragua, Cuba, Chile, Ecuador, donde en medio de tensiones entre fuerzas políticas creativas y fuerzas proclives a la repetición surgen al igual vías alternativas18, propuestas societales innovadoras, medidas económicas endógenas, estrategias asimétricas, democracias abiertas a la diversidad étnica y de género que buscan escapar de los modelos hegemónicos impuestos  y experimentar caminos propios para alcanzar la justicia social, la equidad económica y darle a la democracia un contenido real.

Paris/Lima diciembre 2007

* * *


Notas

* Texto de la conferencia impartida en el II Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía, ciudad de San Juan, Argentina, 2007.

1 Un vasto proyecto de conservación del Qapac Nam, propuesto por los países andinos, está en curso de evaluación por la UNESCO para ser declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad.

2 En la Ética a Nicómaco, por ejemplo, Aristóteles menciona que ‘la vida teórica es la finalidad del hombre virtuoso’  (X, 7, 1117ª10).

3 Montiel, E. El Humanismo Americano. FCE. Lima 2000. 

4 Hugo Chumbita. Hijos de la Tierra. Emecé Editores. Buenos Aires 2004. 295 pp.

5 Basil Hall, El impacto de San Martín en el Perú, Memorias del Jefe del escuadrón de la Real Armada en el Pacífico. UNESCO, Lima 1998.

6 Edgardo Mondolfi, Testigos norteamericanos de la expedición de Miranda. Monte Ávila Editores. Caracas 1992. Contiene testimonios de tres participantes: John Sherman, Moses Smith y Henry Ingersol.

7 Besil Hall, El impacto de San Martín en el Perú, Memorias del jefe del escuadrón de la Real Armada Británica en el Pacífico. UNESCO. Lima 1998.

8 Robert Freeman Smith. «The American Revolution and Latin America. An Essay in Imagery, Perception and Ideological Influence». Journal of Interamerican Studies and World Affairs. Vol. 20, n. 4, nov. 1978. pp. 421-444. 

9 Este «juego de influencias y de intereses» es bastante complejo, y constituye el tema del volumen colectivo La France et les Amériques au temps de Jefferson et de Miranda  reunido por Marcel Dorigny y Marie-Jean Rossignol. Société des Etudes Robespierristes, Paris 2001.    

10 Carmen Bohórquez, Francisco de Miranda. Precursor de las Independencias de la América Latina. Fundación editorial El perro y la rana, Caracas 2006

11 Yves Benot. La démence coloniale sous Napoléon. La Découverte. Paris 2006.

12 Howard Zinn. La Otra Historia de los Estados Unidos. Ediciones Las Otras Voces. España 2005.

13 Opus cit.

14 Samuel P. Huntington. Who are we? The Challenge to America’s National Identity. Simon & Schuster. New York 2004, 488 pp.

15 Chumbita, op. cit.

16 Edgar Montiel, Gobernar es Saber. FCE. Lima 2005, 103 pp. 

17 Kautilyan. Arthasastra. Traité de Politique. Editions du Felin, Paris 1998, 155 pp. Han Fei. El Arte de Gobierno (escrito quinientos años antes de Cristo). Existe edición en español.

18 La riqueza y variedad de los planteos y movimientos alternativos las han recogido Hugo E. Biagini y Arturo A. Roig en tres volúmenes dedicados al Pensamiento Alternativo en Argentina y América Latina, publicado en Buenos Aires (Editorial Biblos 2004).

Derechos reservados: la reproducción requiere autorización expresa y por escrito del editor y de los autores correspondientes.
© 2008, Edgar Montiel
Escriba al autor: EdgarMontiel@ciberayllu.com
Comente en la nueva Plaza de Ciberayllu.
Escriba a la redacción de Ciberayllu

Cita bibliográfica sugerida para este documento:

Montiel, Edgar: «La revolución inconclusa de Independencia y Libertad de las Américas y los desafíos globales del hoy» , en Ciberayllu [en línea]

744 / Actualizado: 11.02.2008