Literatura

Ciberayllu
27 mayo, 2008

Dos poemas

Alicia del Águila

 

Mapa de la Cosa

1

 

Las ideas y los hechos nos tomaron por sorpresa

siguiendo los mapas de navegación antiguos.

Juan de la Cosa trazó las rutas de marineros

al finisterre, mundo plano donde no existía

el barro de mi casa ni la historia de mis ojos.

No éramos, Juan.

Cosa es mercancía y manos que esmaltan el signo

+ con cambio y usufructo.

Había que seguir un plano, depositar en arras las ideas

para moldear la materia en un horno de vidrio.

 

Los navegantes y la reina confiaban en de la Cosa.

La precisión de sus mapas no llevaba a casa

sino a los oscuros rincones de la selva más caliente,

tierra de veneno que infecta las lenguas

y oro sembrado en surcos carniceros.

 

La cátedra recitaba lo sobrante y en la yerba

que pinchaba por la mala faena de los jardineros,

jugábamos con atravesar el país en jaque

saltando sobre una rayuela.

                                                    La lectura no dice,

dos cartas de marear de las Indias.

Actuábamos recitando actos de no habla, de muchas hablas

marcando el acento en los verbos de la patria

asediada por piratas de río.

 

2

 

De tanto soñarla entre muchos, la pesadilla se hizo carne

corriendo entre los jóvenes, ampay.

Las cerbatanas soplaban a sus espaldas. El coro de los yelmos

anunciaba venganza, prontamente cumplida.

Bañados en bateas, dos, tres, por turno

para llegar casi limpios a la ejecución de nuestros propios juegos acrobáticos

tras los carros de Troya. No pensamos con puntos ni coma

sólo palabras servidas en una tabla.

 

3

 

La guerra es el arte de la paz prometida,

El fervor hecho rabia, hervido con rencores.

45, 000 maravedíes al año recibió la viuda

pero nada se supo del hijo

ni de la llaga en el ojo de la hembra

sentada como sirena

en la orilla de Tierra-Firme.

 

4

 

El ciego con monedas y el vidente sin pasiones

armaron la pieza de incierto final.

El futuro diferente en el amor fúnebre.

¿Quiénes perdieron las llaves en el incendio?

¿Alguien encuestó las puertas altoandinas antes de disparar?

¿Dónde olvidaron las aldeas? ¿Dónde sembraron el árbol y dónde

crecieron las uñas, el pelo, las pelotas?

 

5

 

«Juan de la Cosa lo fizo en el puerto de Santa María en el año de 1500».

 

Dibujé una silueta del Perú en el reverso del mapa.

Lima, calor de 1989.

 


 

La cuerpo

1

 

Han cortado el césped del jardín

y se ha ido el cuerpo a nadar.

Crece la mirada de quien mece

una pradera entre las manos:

 

la cuerpo avanza

y aroma la puerta

avanza y aroma los brazos

las piernas bajo el cielo

que huellan la especie

y mira y

ciernen las tallas las venas

de quien pisa y no se anima

sobre el agua y la piel de lagartija.

 

2

 

Los labios de barro y la garúa en flor

exhalan de mañana el temido ardor.

  

3

 

Las manos desiguales son fuente de olas,

madrugada de una cama

sin vista ni descanso, amanecida.

En ella retoza la mujer

atraída por el frío de los muros

por los siglos de sus horas,

por quien guarda

la llave prometida.

 

4

 

Si cuerpo mide el obsesivo borde

si  cuerpo atrapa a la igual en su contorno,

no es más río el agua

ni  aire el tibio respiro.

 

5

 

Mi cuerpo se mece en u sobre tu carne

i vuelve al pliegue de la doblez en tu racimo. 

 

Pero no vuelve, se aísla

al final del verbo posesivo.

 

* * *

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© 2008, Alicia del Águila
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Cita bibliográfica sugerida para este documento:

del Águila, Alicia: «Dos poemas. Poesía» , en Ciberayllu [en línea]

765 / Actualizado: 27.05.2008