Literatura

Ciberayllu
10 junio, 2008

La última frontera

Poesía

Augusto Rodriguez

El árbol bajará dicción hermosa,
La muerte dejará de ser sonido.
Tu sombra hará la eternidad más breve.

José Lezama Lima

I

Qué quedará de nosotros más allá de la última frontera. Qué somos más allá de nuestros insomnios, de nuestras manos, de nuestros ojos que observan lo que quieren observar.

Qué escucharemos más allá del viaje a la luz (que no sean ruidos de cambios de huesos y de piel), poemas, libros, cigarrillos, películas piratas, cepillos de dientes, caries, úlceras mal curadas, sangre en el ojo, latidos confusos.

Qué somos más allá del amanecer de las hojas. De la tormenta o de la palabra dios. Qué somos más allá de nuestros egos y envidias. Qué somos más allá del ensayo de la ceguera.

dime que yo no lo sé.

II

Más allá de la calle invisible está la última frontera que nos divide, la última frontera que separa la cordura de la locura, la enfermedad de los huesos, el cáncer, la fiebre amarilla, el dolor de los divididos.

Más allá de la montaña está mi mano que te acaricia el ojo que todo lo mira, el viento helado del sur, los pájaros asesinos de los cuentos, el anciano degollado de merlín.

Más allá de mi lengua está la muerte arrodillada en busca de sexo

Más allá de los esqueletos de nuestros cuerpos, hay un hombre que se desangra al pie de un hospital.

Más allá de nuestras manos, hay un mundo por conocer tatuado en las costillas de esta cama que nos espera en silencio.

Más allá de nuestros ojos hay niños riendo y saltando la cuerda soñando con un futuro esplendor.

Más allá de nuestros huesos, hay otros seres como tú y yo, que copulan en un motel sin saber sus apellidos.

Más allá de mi lengua está tu lengua, que me seduce y me alivia de los dolores simples del corazón.

 

III

Qué queda después del orgasmo, de los senos mordidos, de los cuellos agitados, de los espejos rotos de la ira.

Qué queda después del coito desenfrenado, de los dientes apretados, de los puños enrojecidos.

Qué queda después de la sangre, del semen, de la herida, del abandono.

Qué queda después de la condena del tiempo, del yogur de los cuerpos, de las mentiras despiadadas.

Qué queda después de haber amado otro cuerpo como tu propio cuerpo y ahora ya no está.

Qué queda después de la rabia, de la desolación, de la muerte.

Qué queda después de manos que se acariciaron hasta el hartazgo y que se perdieron en la oscuridad del sexo.

IV

Toda la muerte no podrá destruir esta casa, ni estas manos que acariciaron el principio del universo. Estas manos que como ríos extensos cruzaron nuestra liviana piel. Todo el amor no basta como no basta la muerte para arrancar las visiones detrás de los ojos. No derrotarán tu cuerpo que se extiende en otros cuerpos que ya no están, que son y que fueron en algún instante. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos dice Pavese y yo digo: Vendrán tus ojos y no habrá muerte. Nuestro amor como una fuente inagotable, jamás se morirá ni acabará en nuestras manos.

 

V

Dentro de mi corazón hay una anciana que se acaricia el sexo. Dentro de su sexo hay un árbol que agita el viento. Dentro del viento hay un niño que llora por su padre que se ha ido a la guerra y que nunca volverá. Dentro de ese padre que se marcha hay un pasado que hierve entre sus párpados. Dentro de ese pasado hay una mujer que ama enloquecidamente y que se suicida una y otra vez. Dentro de esa mujer hay un futuro que nunca ella conocerá. Dentro de ese futuro hay un bebé que espera su salida pero como no tiene origen se ahoga en el útero de la muerte. Dentro de ese útero hay un veterano que recuerda a la anciana que se acaricia el sexo. Dentro de su sexo hay un barco que se hunde en altar mar. Dentro de ese mar hay un náufrago que espera sentado el fin del mundo. Dentro de ese náufrago hay un corazón herido y roto por el abandono del amor. Dentro de ese abandono hay un niño que respira recién nacido el aire contaminado de los fracasados. Dentro de ese aire hay un poema que se escribe por una mano llena de sombras. Dentro de esa mano hay miles de sueños que esperan cambiar al mundo. Dentro de ese mundo hay un hombre millonario que paga una lujosa cena en el más caro restaurante de París y no sabe que al día siguiente morirá. Dentro de ese restaurante exactamente en el baño hay una pareja de amantes que copulan con gran locura. Dentro de esa copulación hay una guerra de semen que se disputa la gloria. Dentro de ese semen hay indicios que nacerá el nuevo Mesías. Dentro de esos indicios hay una alerta roja que dice que ese restaurante explotará por una bomba puesta por un terrorista. Dentro ese terrorista hay un corazón que apenas late de vergüenza. Dentro de ese corazón hay una anciana que llega al orgasmo.

 

VI

Se abre el telón. Dentro del telón hay tres mujeres que miran hacia el final de la ciudad. Dentro de esas mujeres hay varias historias que se rompen como espejos. Dentro de esos espejos hay lunas y globos de niños extraviados. Dentro de esos niños hay una noche que se disuelve en el agua del mar. Dentro del agua hay un anciano que recuerda su infancia en el mundo del teatro. Dentro de ese mundo hay un río que cruza las venas del tiempo. Dentro de ese río hay un circo lleno de fantasmas y fantasías que se desarrollan en otro mundo. Dentro de esos fantasmas hay árboles que se agitan con el viento. Dentro de esos árboles hay carros que viajan sin rumbo a ninguna parte. Dentro de esos carros hay un corazón que espera sentado dentro de una esfera de agua. Dentro de ese corazón se cierra el telón. Dentro del telón hay tres mujeres que ahora mirarán para siempre hacia el infinito.

* * *

 

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Cita bibliográfica sugerida para este documento:

Rodriguez, Augusto: «La última frontera. Poesía. » , en Ciberayllu [en línea]

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